dimecres, 24 d’octubre del 2012

La ilusión de la posesión del arte.


La ilusión de la posesión del arte.


Sras y Sres, la obra de arte no se puede poseer. La compra crea la ilusión de que se posee una obra de arte pero no es cierto. La obra de arte no se deja poseer. La obra de arte solo se deja contemplar. Porque la esencia de arte, como dice el mallorquín Joan Alcover, y yo estoy totalmente de acuerdo, «el arte es la contemplación desinteresada». Esta original definición de arte que está grabada con letras de oro en los muros del centro cultural que la ciudad de Palma dedica al ilustre escritor y filósofo siempre me dió que pensar. Lo de la contemplación, pero sobre lo de que ha de ser desinteresada. La frase a mucho más de sí de lo que ahora podemos comentar. Si Vdes lo desean puede ser tema de otra charla. Hoy vamos a centrarnos en la compra de la obra de arte. Y comprobaremos que se trata de una ilusión porque el arte ni se compra ni se vende.

La posesion individual, particular, de la obra de arte la despoja de su característica artistica. Aunque no obviamente otras muchas características muy apreciables como veremos en otro momento si Vdes lo desean. Precisamente estas otras caracteristicas, todas ellas muy interesantes son las cómplices de esta confusión y de la ilusión de poseer arte.

La obra de arte nace para ser independiente y libre. Para ser vista y contemplada por todos. Y desinteresadamente. La propiedad colectiva de la obra de arte es consustancial a su propia existencia. La permanencia en el seno del museo también es necesaria para su conservación. Pero este es un punto también muy polémico que trataremos en otra ocasión, si a Vdes les interesa. Porque el museo tiene que ser la exposición de obra viva y no mauseleo de artistas como lo son en la actualidad.

Pero volvamos a lo nuestro. La pretendida, que no real, posesión de la obra de arte tiene más que ver con el coleccionismo. Afición muy humana la de recoger y coleccionar cosas, cajetillas de tabaco, mecheros, relojes, cromos, sellos etc etc. El coleccionismo crea la ilusión de la posesión del tiempo y del dominio de la historia. Y combina maravillosamente esa faceta infantil que todos conservamos a través de los años con nuestra personalidad adulta. Se puede decir incluso que el coleccionismo es una actividad artística en sí misma. Como cualquier otra actividad humana – de esto también podremos hablar otro día si Vdes lo desean -. En Santander ví la mayor muestra de los que les estoy diciendo : toda una monumental escultura de bronze, como la de un emperador, dedicada al hombre más sencillo del barrio : el barrendero. Ese modesto trabajador se había ganado la admiración y el corazón de todos precisamente por su arte en el trabajo de limpieza de calles y parques de ese barrio montañés. Lamento no disponer de su identificación en este momento para sumarme a ese homenaje.

También tiene que ver la compra de la obra de arte con la inversión económica. Pero en este sentido les puedo decir con la mayor contundencia que la obra de arte tiene que ver con la economía lo mismo que los billetes que fabrica alegremente una máquina y un Estado pone irresponsablemente su sello y nos lleva a todos a la ruina. Eso lo inventó hace unos 1300 años un francés arruinado que fue capaz de seducir a Luis XIV y después de unos años de aparente prosperidad llevó al país vecino a la bancarrota.
Podremos hablar más extensamente del coleccionismo y del arte como inversión en otro momento si Vdes lo desean.

También podemos hablar de decoración. Las obras de arte decoran maravillosamente paredes y recibidores. Y la decoración puede ser evientemente una actividad artística en sí misma. 

Pero insisto el coleccionismo de obra de arte no existe. No puede existir porque el arte desaparece con la posesión, con la compra individual, con el deseo de un individuo de privar a la sociedad de uno de sus mayores tesoros. Quizá por eso – entre otras razones – las grandes colecciones particulares acaban devolviendo a la sociedad sus colecciones. Es el caso del Thyssen y tantos otros.

Los coleccionistas más inteligentes se han dado cuenta mucho antes que yo de que la obra de arte nace de la sociedad y tiene una función social esencial y que pierde todo su sentido en un piso, en un despacho, en un palacio o en una mansión de lujo.

Todos somos coleccionistas de algo. Pero el que colecciona arte y vive con la ilusión de que poseee obras de artes se engaña absolutamente. porque cuando mayor es la exclusividad menor es, digamos, la cantidad de arte que contiene. El arte se pierde también cuando se despoja a un país de sus tesoros artísicos. Todo arte nace en un contexto y fuera de ese contexto no tiene ninguna significación. Podremos encontrarle un sentido. Pero siempre será una falsificación. Una impostura. Pero este también es otro tema que aunque relacionado merece un tratamiento independiente.

Sí, Sras y Sres, el arte como las cosas más importantes de la vida no tiene existencia propia. No existe en las cosas sino que es una propiedad exclusivamente humana que conferimos y quitamos a las cosas.

Hace poco teníamos en el Museo de El Prado una extraordinaria exposición “El último Rafael”. Fíjense Vdes que esa figura fundamental del arte renacentista que ahora se incluye en lo que los especialistas de la historia del arte llaman el «triumvirato renacentista» con Leonardo y Miguel Ángel, estuvo durante más de un siglo olvidado como un artista insignificante dentro de la historia del arte. Incluso tuvo un movimiento de intensa militancia en su contra llamado «prerafaelismo» que pretendía pasar por él como si nunca hubiera exitistido. Como ya sabran Vdes, a Velázquez le ocurrió otro tanto hasta que en 1889 lo sacó Manet de los sótanos del El Prado. Y hay muchos más.

Créanme Sras y Sres el arte no existe. Como no existe el amor, ni la religión fuera de nosotros mismos. Ni los sabores, ni la belleza, ni el gusto. Es más, lo podemos tener hoy y perderlos mañana. Y convertirnos en los seres más indiferentes ante la belleza y el arte. Esto ya ha pasado a lo largo de la historia. Y no una sino muchas veces. No dejemos de cultivarnos. De cultivar nuestra sensibilidad. De cultivar nuestra cultura. En francés es la misma palabra – culture - la que significa cultura y cultivo.



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