divendres, 7 de setembre del 2012

Una interpretación simbólica del Sacrificio de la Cruz.

 A un año de la celebración del Congreso Mundial de la Juventud Católica no sabemos muy bien todavía a qué vinieron a Madrid ese más de un millón de jóvenes llenos de ilusión.

Reunirse está muy bien pero para qué. En país como España especializado en la destrucción de los recursos de la juventud - más de un 50% de paro juvenil - no llamó mucho la atención esa falta de actividad en cuantos a los objetivos.

A un año de esa reunión yo propongo una reflexión sobre la fosilización de la religión cristiana que quedó en evidencia el año pasado y en tantas otras ocasiones.

Y debo agradecer esa reflexión a mi experiencia prehistórica estival e las cuevas de la cornisa cantábrica.

Experiencia interesante  que estira y amplía el campo de percepción intelectual muchos millones de años más allà y que constituye un ejercicio recomendable para la intelectualidad,como así lo demuestra la inclusión en el programa del Congreso Internacional sobre Menéndez Pelayo que concluye hoy en la UIMP de  Santander de una visita a El Castillo- Puente Viesgo. Y también - ¡cómo no! - a las bondadosas monjitas que me ha alimentado algunos días de precariedad aquí en Madrid. También he adquirido una deuda con ellas que quiero satisfacer. La ignorancia es fuente indudable de felicidad, pero el conocimiento hace posible que esa felicidad no tenga límites.

La reflexión que quiero hacer hoy pública se refiere a la comprensión simbólica del sacrificio de Cristo en la cruz a la que no se ha llegado todavía en el seno dela Iglesia Católica.

Y esta comprensión simbólica afecta fundamentalmente a la ética y a a doctrina al interpretar el hecho simplemente como un hecho histórico.
(continúa)

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